Siempre me he preguntado si la vida esta construida bajo puntos específicos, sobre los cuales, el destino esta obligado a llevarnos. Es decir, ¿desde el momento en que nacemos ya nuestra vida esta absolutamente definida por un destino? Ese que nadie conoce, pero todos confiamos que existe.
Siempre he escuchado “a los buenos les pasan cosas buenas”, hoy puedo decir que, si bien eso es muy cierto, somos lo que pensamos, sentimos y hacemos; la vida tiene muchas otras variables que no conocemos y que no están propiamente ligadas al destino, a la suerte o al azar. Esa variable, son las decisiones, expresión que, para quienes creemos en la libertad, se convierte en el todo.
Hoy quizás, la vida me puso sobre la mesa que, si bien el destino muestra el camino, las decisiones son lo que termina siendo aquello que manda la parada en nuestra vida. Podremos querer mucho, amar, soñar, reflexionar y anhelar; pero si las decisiones que tomamos van en contravia a lo que somos, sentimos y creemos, seguramente el destino nos jugara una mala pasada. No es culpa del destino, es culpa de nuestras decisiones.
Aceptemos que nos cuesta asumir nuestras decisiones, porque nos duele, y terminamos echándole la culpa a un destino, con una profunda nostalgia por añorar lo que nunca jamás sucedió.
La vida es un vaivén de decisiones, somos seres en proceso de transformación y evolución constante, y aunque nos cueste admitirlo, somos el resultado de nuestras decisiones.
Con esto, le clamo al lector que tome decisiones por amor, cuidado y propósito sobre aquello que dirige: su propia vida, sus relaciones, su organización, su trabajo y cada uno de sus días; esperando que, su destino sea todo aquello que construyó.
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